Yo soy

Yo soy

Rubén García Mateo
Domingo, 24 de Noviembre de 2019
370 visualizaciones

A veces necesito esa sensación de no pertenecer a nada, a nadie, a ningún lugar... Dejarme sentir en ese semicómodo vacío con la forma hecha, que me hace recordar y diluirme al mismo tiempo. Ese estado en el que todo y nada cobra sentido. Ese desconcierto existencial tan hueco, como lleno de anhelos inimportantes. Todo un conocido descubrimiento, todo un encubrimiento desconocido, tan familiar y tan fugaz... en el que las sombras suenan y el silencio ilumina.

El aire tan ajeno, y el ruido del mundo tan perenne, que me hace querer olvidar que existo en un mar de existencias por recordar. Infinito es el eco, de concisas incisiones resolversueltas. Un significado mudo y un sentido a gritos, que desahucian a la mente de su sentido. Arcoiris en blanco y negro, sin principio ni final, batucadas de caricias en el alma, que no sabe si quiere olvidar. Esa inercia tan permanente como fugaz. Esa reverberación del alma que espera eclipsar por resonancia.

Soy para mi como la niebla en alta mar, tan evidente, tan calma, con su ineludible y casi quieto reptar... tan intangible y a la vez tan densa... soy la brisa que se entrelaza entre las ramas, ladridos a lo lejos, los claxons, las voces ajenas, los pensamientos insistentes y el rozar de las sábanas en un día de lluvia. La melodía que evade, la melancolía que invade, la letra que fluye sin pensar y lo que se estanca por desatención.

Todo eso y mucho más es lo que soy, todo eso, sin adornos, sin florituras para escaparate ni técnicas de venta, tan simple, tan complicado, tan profundo y frágil como tan fuerte y capaz. Sin ligarme a nada, tan a la deriva... que acabo por pensar que toda meta es mero abandono a un motivo artificial de la mente. Tan atado a todo, y a la vez a nada, que el olvido implicaría el fragmento del propio significado auto otorgado.

Pegamento para heridas, rampa para sueños, en esquiva soledad para no contaminar vidas ajenas. Tan solo y rodeado, de personas al son, de teñidas utopías irresueltas por doquier.

Qué tan ilusos somos, qué tan ilusos vemos, la ceguera de pensar que somos lo que tenemos. Un cajón, una palabra, un aroma en el recuerdo, que despierta en nuestra esencia un sentimiento verdadero, que se esculpe con el tiempo, que se impronta en un instante, que te abraza en un momento y permanece en tu yo eterno. No hay palabras en vacío, ni acciones sin resultado, ni arrebatos en silencio, ni trenes al descubierto, ni estaciones fijas, tampoco absolutos campos llenos de ninfas.

Soy susurros redentores, la consciencia más elevada o el poder de mil temores, es el duelo en el abismo, de vivir entre dos mundos, de sentir más de cien cosas e integrar entre sabores. Soy la fuerza de lo oscuro, de lo bello tras los muros, son mis miedos, son mis dones, dispuestos entre fracasos y galardones.

El poder entre dos aguas, su rielar sin canalones, se desborda, se desdobla, se destruye y reconforma, se encuentra en el perderse y se pierde en el ahora, recuerda cuando olvida, y olvida si rememora. Sin prisa, pero sin demora, pies descalzos entre barros, luz al alba en el regazo, noche oscura en mecenazgo.

Que un grito de mí se escuche, en los ápices del cosmos, que me saquen de esta jaula y que recuerde lo que somos. Que el amor empuje mientras cielos rugen, que la desdicha cante y se vuelva libre. Que el llanto calle, y que sonría, que algo diga"¡basta! Aquí está la valía", de amarnos entre seres, bailando en sinfonía.

Soy lo burdo, soy el tacto, la caricia, lo que pasa desapercibido y lo que causa impacto. Soy la brisa, soy la lluvia, el batir de alas capaces de parar una tormenta, soy tu todo en mi vacío que con fuerza se acrecenta.

Puedo ser... el poso negro, de humedades en los baños, o mágicos destellos de sol sobre aguas puras, así soy, así eres, todo depende, del lobo al que alimentes. Soy el puro recuerdo de que el cielo y el infierno es un estado interno.

Soy el desconcierto de un disparo a ojos cerrados, la parábola de una flecha con viento de un tiempo incierto. Una octava de mil notas, tocando sinfonías de infinitas cartas rotas; en mil versos, en mil prosas, sentimientos encontrados en una sola persona.

Soy la bandera de triunfos egóicos, de fracasos entre trozos de victoria rotos, los cantos de las sirenas y los océanos sin ellas. Soy el latido, el llanto puro, la sonrisa cristalina, de un niño cuando te mira y se te clava en la retina.

La filosofía del mago, el presgidigitador de un truán, la sabiduría del que calla, y la precipitación del que quiere ser oído. La palabra tergiversada, y la que directa hacia ti avanza, el ángel en tu consciencia y el fantasma a los pies de tu cama.

Palabras de un puño inquieto y de un mar revuelto, del sol de primavera, de un hombre envuelto: en sus lares, en sus bares, cual placeres de mil putas insatisfechas. Palabras de un desbordado sueño sin fin, de un espíritu desesperado, como un milenial sin google maps, como la vieja que asume que no vivirá más.

Palabras que desgarran, así soy, desconciertos que te afligen, así soy, antónimo de la indiferencia, así soy, como tú en lo más profundo, así soy. Soy tu mente, soy tu alma, soy tu yo cantándote en soneto disruptivo, las paredes frías de piedra de un pozo sombrío, sin fondo, en un bucle, en un susurro, el que intentas callar a gritos y por el que discurro.

Así soy, el dolor que se reitera en cada intento de curarse, la venda en botiquín del que uno ignora olvidarse. La autoterapia en caracteres de un descabezado de mente amueblada, la ropa amontonada en una silla, el perfume artificial de suelos recién fregados, soy tu psique, soy tu espejo, la aparente insensatez que suscita lo contradictorio.

Soy la chimenea en navidad en una sala vacía, la imperdonable circunstancia de una familia rota, los zapatos del mendigo y el expositor de zapatillas último modelo.

Soy el yin y el yang, el caos y el orden, así soy, alguien extraño que me encuentro cuándo no sé a dónde voy. Las vistas al horizonte, un horizonte sin vistas, un alma cansada de transformarse en optimista. Soy sorpresa, soy la suerte, un día alegre en tu vida sin precedentes, soy el foco, y el ahínco, de la gota que poco a poco te conduce hasta tu limbo.

Soy el hierro fundido, irascible e intocable, el huérfano encontrado y el guerrero herido, el que nunca asumió ser merecido, soy la lava, soy el hielo, las raíces que brotan fuertes quebrando el suelo. Un fragmento de la vida, un mordisco en la mejilla, un por qué sin para qué, un desliz sobre tu piel.

Los colores de una mariposa, así soy, la herida abierta en llamas, así soy, el halcón imperceptible y la tortuga sin escamas. El lineal tono de voz de un recepcionista desmotivado, o el grito que hace avanzar a cien mil soldados.

Tu mente en disección de un estratega, y el cirujano que la cose sin que te des cuenta, la melodía que te transporta y el sonido que no soportas. Soy mil libros, mil historias, mil vivencias y experiencias, soy el sabio, y el iluso, que audita sueños sin licencia.

Soy la raya de tu fiesta, la línea de tu bikini, tu ser en meditación o tu foto falsa tomando un daikiri, puedo ser sin más, o atreverme a ser, puedo ser la culpa en tu relicario o tus compromisos en el calendario, soy el canto de tu moneda al ser lanzada al azar. Soy heces al sol para quien en mi vea ese reflejo, soy tu espejo, y el anillo que más brilla, el que te acerca a Mordor, el amigo que te instiga a convertirte en cóndor.

Soy ese al que no le importa, tu impresión sobre estas líneas, el que se desahoga, el que no teme sincerarse en íntimo prospecto, el que se libera, el que publica con desapego, aquel al que tu opinión le suda los huevos.

Puedo ser el galán, el ético o el protocolario artificial, el mal queda por atleta saltador de convencionalismos, el que te regala el oído, o el que te recuerda lo que no quieres oír, el que tira de palabras regladas por la rae, o el que las moldea para introspectoinventarse.

Soy el que escribe sin pensar por que así fluye, o el que lo hace con mensaje, con intención que subyace, entre líneas y pasajes. El indiferente, o el que pretende, que mires así tus sombras y las aceptes, que las arranques fuera de ti y que te liberes.

Soy el que no sangra, y a la vez la misma sangre, la fuente de la vida o vidas ahogadas en un instante, el que te evita o el inexistente, el alquimista que te convierte, que hace de ti un pareado o que camines como un filete empanado, puedo ser el folio en blanco o el cuadriculado, el que rima si quiere, el que se difiere, o el que parlotea sin más y se queda tan ancho.

Soy el que declara, que la irreverencia de la sinceridad, es uno de los valores mejor rechazados.

Yo soy.

Autor original:
Rubén García Mateo