La salud y la relación cuerpo-mente

La salud y la relación cuerpo-mente

Descubre cómo y por qué nuestros pensamientos y emociones afectan a nuestro cuerpo físico.

Rubén García Mateo
Domingo, 26 de Mayo de 2019
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Es curioso como en la actualidad, y sobretodo en la cultura occidental, ha quedado de lado el ser conscientes de la relación inherente entre nuestra mente y el cuerpo físico. Nos encontramos sumidos bajo una industria y negocio de la enfermedad basado en tratar los síntomas únicamente con sustancias químicas una vez que la enfermedad ya es visible, sin atender en medida alguna a las causas que la provocaron.

En el 99% de los casos usted acudirá a la consulta médica para atender un problema de salud, y seguramente le recetarán un medicamento como solución, pero si se atreve a preguntar cual es la causa que provocó dicha enfermedad no sabrán responderle.

En modo alguno insinúo que no sea necesaria la receta de medicamentos, sobretodo en casos de considerable gravedad o riesgo, como vía inmediata para atacar o contrarrestar un problema de salud, sin embargo, carece de sentido tratar de solventar dichos síntomas si paralelamente no se trata de abordar el origen de la enfermedad, pues se corre el riesgo de entrar en una rueda de medicación que debido a sus efectos secundarios con seguridad acabarán provocando nuevos desequilibrios en nuestro cuerpo, manifestando nuevos síntomas, e incluso provocando nuevas enfermedades de forma innecesaria y que nada tienen que ver con la cuestión inicial.

Las personas no enferman por que sí, la naturaleza no ha tenido el capricho de diseñar un cuerpo para funcionar mal y estropearse cada dos por tres. Si bien es cierto que puede haber elementos o agentes que contribuyan y que escapan a nuestro control, gran parte de nuestro malestar físico se origina, en primer lugar, debido a nuestro estilo de vida, y no me estoy refiriendo a hábitos claramente contraproducentes como el alcohol o el tabaco, sino a cuestiones aparentemente más sutiles:

El estar desconectados de la naturaleza, el no disponer de tiempo para cultivar nuestras relaciones personales, practicar nuestros hobbies o aquellas cosas que nos hacen sentir bien, horarios de trabajo abusivos, estrés, etc... son motivo de desequilibrio en nuestras vidas, y por tanto, dicho desequilibrio es reflejado también en nuestro cuerpo físico.

Vivir un estilo de vida para el que de forma natural no estamos diseñados provoca, lógicamente, que la maquinaria de nuestro organismo se vea afectada. Nuestro cuerpo necesita movimiento, nuestra mente necesita cultivarse, distraerse, relajarse, y también imaginar, nuestro intelecto necesita desarrollarse a través de la creatividad, y nuestras emociones ser sentidas en lugar de tapiadas.

Debemos tener en cuenta el hecho de que, pese a que tendemos a identificarnos con nuestro cuerpo físico, tenemos también pensamientos, y también emociones, por lo que somos un ser constituido por estos tres aspectos, y es ilógico pensar, que pueden funcionar por separado sin que una parte afecte a la otra.

Cualquier escéptico a esta cuestión puede facilmente comprobar que ciertamente van estrechamente ligados si observa detenidamente, es más, cuerpo, mente y emociones son el mismo ser experimentándose en formas distintas:

Cuando pensamos en escribir unas palabras, nuestra mano y nuestros dedos se ponen en acción, cuando pensamos en un recuerdo o un evento triste, nuestras emociones se resienten y nos vemos afectados en base a ese pensamiento previo.

Ocurre lo mismo al contrario, y la comunicación entre las tres partes es inevitable y recíproca, si algo nos hace sentir mal, automáticamente nuestra mente responde con pensamientos negativos, si realizamos actividades con nuestro cuerpo que nos hacen sentir bien, nuestros pensamientos cambian, y también lo que sentimos. Si pensamos cosas tristes, sentimos cosas tristes, y acabamos haciendo cosas tristes o que no nos aportan bienestar y satisfacción.

Observa como cuando ves una escena de acción en una película, tu corazón y tu pulso se aceleran, si sientes mucha alegría o mucha pena, el cuerpo reacciona y lloras, si estás en época de exámenes, estrés o te has llevado un disgusto, el estómago se cierra, puedes vomitar o incluso provocarte una úlcera si el periodo de estrés se prolonga demasiado en el tiempo, si piensas en algo que te da tiricia, tu piel se eriza, y si piensas en tu comida favorita, tu boca comienza a salibar.

En base a dichos ejemplos, que considero lo suficientemente significativos y comunes, es necesario plantearnos que, si esto es así, cualquier pensamiento o sentimiento repetitivo y acentuado cada día, puede desencadenar problemas físicos a largo plazo. Importantes neurólogos y otros profesionales de reconocido prestigio como Joe Dispenza o Enric Corberá por ejemplo, han basado parte de sus investigaciones en las señales que envía nuestro cerebro a cada una de nuestras células con cada cosa que sentimos y pensamos, y cuales son las emociones o pensamientos que afectan a distintas zonas del cuerpo, ya que cada parte guarda una relación directa con diferentes aspectos psicológicos y subconscientes.

Las personas que viven diciéndo y sintiendo constantemente que no tienen tiempo para nada, que les falta tiempo, aumentan notablemente las posibilidades de sufrir ataques cardiacos, las personas que no llegan a digerir una etapa o acontecimiento de su vida, tampoco digieren bien los alimentos, y las personas que tienen miedo extremo a moverse y a actuar, desarrollan con más facilidad problemas de movilidad, principalmente en huesos y articulaciones, precisamente por que el cuerpo responde adecuandose y obedeciendo al pensamiento, sea la persona consciente o no. Los problemas de comunicación suelen desencadenar síntomas en la zona de la garganta que es donde se encuentran las cuerdas vocales. Cuando se siente ira o rabia, es fácil desarrollar problemas de colon por ejemplo, ya que esas emociones negativas no se liberan, afectando la zona del cuerpo por la que curiosamente, también liberamos aquello que nos sobra.

Habiéndo citado algunos ejemplos de los más obvios, y desde esta perspectiva, te puede resultar más fácil deducir los efectos en muchas cuestiones cotidianas, como por ejemplo, que es mucho más difícil perder peso si te ves obeso/a y te lo repites constantemente frente al espejo, que si no te obsesionas y te culpas por ello, pues el cuerpo, responde a lo que sientes y piensas, y lo manifiesta.

Unos de los sentimientos más devastadores que hay son la culpa (hacia uno mismo o hacia los demás), y la desvalorización hacia uno mismo repitiéndose lo poco que cree que vale, ya que pueden desencadenar, de no resolver el conflicto emocional, enfermedades graves con el paso de los años, y es que... si uno vive constantemente con la creencia de que no vale para nada, es como decir que es un desperdicio, y que no es digno de la vida, por lo que el cuerpo va a responder de forma agresiva para que eso sea así y muera.

Para cerrar el tema, y pese a este último ejemplo tan lapidario pero necesario por lo ilustrativo que resulta, quiero recalcar que no todas las enfermedades absolutamente se contraen debido a una mala gestión mental o emocional, sobretodo si se trata de lesiones u otras causas ya presentes en el momento del nacimiento, pero salvo excepciones, en la mayoría de ocasiones, la manifestación de síntomas en una persona que previamente estaba sana es debido a una gestión incorrecta de dichas partes del ser, mente y sentimientos.

El desequilibrio en nuestros pensamientos y emociones, principalmente se debe a una interpretación errónea del propósito que tienen las circunstancias que experimentamos en nuestra vida, o en otras palabras, el no entender para qué nos suceden las cosas, impide que interpretemos correctamente lo que nos ocurre, evocando pensamientos y emociones acerca de lo ocurrido, que no van alineadas con el mensaje de aquello que debemos integrar o cambiar en nosotros para que las circunstancias cambien a nuestro favor, pese a que, irónicamente... siempre estén a nuestro favor, aunque no lo sepamos, pues no sucede lo que queremos, sino lo que necesitamos.

Como último apunte, a modo de consejo ante el que también me dispongo como receptor, deberíamos tratar unos puntos importantes para mantener nuestro equilibrio emocional:

 

  • Plantearnos para qué nos ocurren las cosas en lugar de por qué.
  • Ser conscientes de lo que sentimos en cada momento, y actuar en consecuencia. No importa donde o con quien estés, ni lo que estás haciendo, echa un vistazo a lo que sientes en ese momento, lo que te transmite, y actúa en consecuencia.
  • Decidir nosotros cuando y en qué pensar en lugar de que la mente trabaje de forma automática como si fuese una entidad propia.
  • Ser coherentes entre lo que pensamos, decimos y hacemos.
  • Aprender a decir NO, y aprender a decir SÍ, conscientemente, y plantearnos si la elección nos lleva a nuestro objetivo.

 

Si has llegado hasta este punto, y has leído hasta aquí, seguramente haya algo en tu interior que te invita a iniciar un camino, un camino desde el que dejar atrás viejas creencias, costumbres o partes de tu ser, y a cultivar nuevos aspectos orientados al crecimiento personal para tu bienestar y el de tu entorno.

Te deseo éxito en el camino, nos cruzaremos en él ;)

Autor original:
Rubén García Mateo